Cada vez más escorada hacia el oriente o hacia mis ancestros, duermo en el suelo sobre una colchoneta de espuma de unos 10 centímetros de grosor, de esas que se guardan por si las visitas. Como un bebé que duerme duermo.

Aguantar sentada de una forma "apropiada" lo incluyo en la categoría de complicación extrema (admiro a Leti por ello, yo nunca podría ser reina). Y ni me doy cuenta de dónde he dejado los zapatos en cuanto me adentro en mis dominios.

Si me quito los zapatos: estoy en casa. El hecho va unido a la sensación. Me cambia el ritmo, el tono y hasta el vocabulario. Si se me permite descalzarme, se me está invitando a ser yo misma.

Hace unos días me descalcé allende mi guarida emulando a otro ser humano que hizo lo mismo al acceder a una sala y yo, que me esfuerzo  por parecer socialmente integrada, le imité.

Y ocurrió que no acerté ni a sentarme, todo mi cuerpo hablaba por mí en una coreografía improvisada, en un vaivén (qué bonita palabra,no?) de ideas y razonamientos que avalaban el por qué no estoy dispuesta a vivir en el tan manido y sobrevalorado  presente (temita para otro post).

Al salir, y sin pensarlo, como se actúa desde lo habitual o la maestría, acerqué una de mis zapatillas a mi pie izquierdo y por casualidad era la que se correspondía con el derecho. En cero coma mi mano la soltó para alcanzar la otra a la par que una voz muy familiar me vino a la cabeza: no, así no, que te los has puesto del revés. Al contrario,ves?. . como cuando comenzaba a calzarme sola.

Y me los puse al contrario, al contrario de cómo debo, al contrario de lo que acostumbro, al contrario de este sinsentido de normas y conductas aceptadas mayoritariamente.


                                                      


Mis pies. Mis pies dentro de mis zapatos. Atenta a mis dos pies, al uno y al otro. A mis diez dedos. Curiosa y divertida. Lo que más puede gustarle a un@ creativ@ es una experiencia nueva. Un experimento.

Enfocada en cada paso, sonriendo, viviéndolo.  Conduje mi coche y no hubo lugar para movimientos inconscientes, lo interiorizado se esfumó y regresó la inexperiencia, la bendita inexperiencia que nos convierte en inocentes.

-Buenos días, ¿tienes tomates para salsa? 




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